18.11 INAUGURACIÒ — Cristina Garrido 5 exposiciones
  • ANARCOMA, tú y yo
  • Nazario
  • 04 maig – 17 juny 2023

    Barcelona

    know more about

  • Nazario
  • Exposició co-organitzada amb Dessislava Pirinchieva

     

    ANARCOMA, ESE DELICIOSO BOFETÓN SIN MANOS

    Texto de Valeria Vegas

     

    Anarcoma sólo podía nacer en plena Transición democrática, ante los ojos de un país en convulsión y cuando la libertad se abría camino a machetazos. Y más concretamente en 1977, a través de la revista Rampa, una de esas efímeras publicaciones destinadas al fenómeno del destape, donde Nazario hizo que Anarcoma se asomase tímidamente por primera vez. No tardó mucho en saltar (y asentarse) en las páginas de El Víbora, mítica publicación underground, en donde encajaba perfectamente semejante reina de los bajos fondos.

     

    Nazario sabía lo que se hacía, tenía muy clara la intención del personaje, el nombre con el que la había bautizado y la actitud que le quería otorgar. Anarcoma es por igual una romántica empedernida que una zorra malencarada, sin abandonar nunca sus menesteres y obligaciones. Lo que quizás no era tan consciente su creador, es de que estaba logrando que una heroína travesti se adentrase con toda naturalidad en un universo bastante heterosexual, en esa cultura del cómic que, aunque sabe jugar perfectamente a saltarse los márgenes de lo puramente normativo, no deja de ser todo un revulsivo. ¿Cuándo antes se había visto una detective a medio camino entre Lauren Bacall y Humphrey Bogart? ¡Nunca! ¡Jamás! La intención de Nazario resultó ser todo un bofetón sin manos. Se adelantó décadas al nacimiento mediático de La Veneno y a la creación cinematográfica de La Agrado, en un momento en el que el término “empoderamiento” ni se empleaba ni se le esperaba. Hablando claro, Nazario creó un referente cuando todavía no existían.

     

    La cuestión es que bien fuese a través de sus aventuras de larga duración, o de historietas breves, que se iban intercalando en los distintos números de El Víbora, su autor consiguió que semejante personaje llegase a un público que nada sabía en torno a la transexualidad y que no dudó en otorgarle su beneplácito. Unos lectores ávidos de contenido que nada tenían que ver con los espectadores habituales de salas como el Gay Club o el Barcelona de Noche. La telaraña de lo que hoy llamamos queer, y que servidora se empeña en traducir como mariconeo, se extendía de manera poliédrica. Y Nazario, sin pretenderlo, puso su granito de arena, con el doble mérito de ir más allá de predicar al convencido, logrando que su trabajo recayese en manos que no se limitaban al colectivo LGBT. No quisiera desmerecer al también venerado Tom of Finland, pero sinceramente creo que su aportación al homoerotismo nunca llegó a ser transversal.

     

    Hay en Anarcoma una clara intención de rendir tributo a otros artistas, a los que Nazario conoce muy bien, trasladando sus aplausos en forma de viñetas. Me estoy refiriendo a los transformistas, hoy casi especie en extinción, que hacían de la imitación un arte y de la mentira una verdad. A veces incluso más verdad que la propia verdad. Y a golpe de escenario. Por eso abundan los cabarets como templo de la nocturnidad, con una Anarcoma que pasaba por ahí, para contemplarse en el espejo que le devuelve la realidad de su artificio. En definitiva, el retrato de una fauna que se mueve entre la marginalidad y las coplas de madrugada, donde reina el folclore y el sudor.

     

    Anarcoma está acompañada en sus peripecias por Jemfry, los hermanos Herr, su amante robótico XM2, el profesor Onliyú y, más adelante, XM3, hermano de XM2, y su amiga La Caty, entre otros muchos. Hasta el propio Nazario se autorretrata, a modo de cameo junto a su novio y algunos amigos, en un claro ejercicio de retranca humorística, reconociendo así que él también forma parte de todo ese universo. Y de fondo Barcelona, con sus Ramblas, sus callejones y esquinas, y todo aquello que transmita oscuridad y canalleo.

     

    Y hay sexo, mucho, bastante. Aunque nunca sea suficiente tratándose de semejante heroína. Por eso los genitales son hiperbólicos, en una oda al exceso que en realidad no desentonaba con el resto de ilustraciones de otros artistas de la misma publicación. En El Víbora había tetas enormes, pechos gigantescos que habrían sonrojado a la mismísima Afrodita. Pues Nazario hizo lo propio, o sea lo suyo, y convirtió los penes en pollas descomunales, sin perder un ápice de la parte narrativa. Porque en Anarcoma siempre hay historia, por eso llegó a un público mayor del esperado. Tanto llegó que hasta el propio Marc Almond le dedicó una canción, allá por 1986, dispuesto a reivindicar sus tacones, sus medias y a los marineros que la rodean. Y es que Anarcoma, mucho antes de que se emplease eso de “la marca España”, ya había traspasado fronteras. Entró en Francia, Italia, Suecia y Holanda a través de las librerías alternativas, dispuesta a conquistar a nuevos lectores que se deleitasen con sus peripecias. Tanto abarcó que incluso aterrizó en Estados Unidos con su impertinente censura, quedando su venta limitada al circuito de sex shops, considerada pornográfica y teniendo que venderse con un envoltorio plastificado que advertía de su contenido. Pero no hubo plástico que pudiese con Anarcoma, quizás porque en el fondo de sus entrañas ella estaba fabricada de ese mismo material.

     

    La criatura evolucionó con el devenir de los años, del mismo modo que lo hacía su artífice, y que a través de distintas recopilaciones se podía observar como su estilo naïf derivaba en un dibujo más limpio, hasta recalar en un uso absolutamente pop del color, que la alejaba de la oscuridad de sus principios. Aunque ella siempre sea hasta la eternidad una criatura de la noche.

     

    Damas, hombretones y lo que hay en medio, disfruten de esta exposición en la que abundan los golpes y gemidos, el vello corporal y las hormonas en ebullición, los amores platónicos y el sexo más descarnado, de la mano de una detective tan singular como su propio autor. Porque no se entiende a Anarcoma sin Nazario, y a Nazario sin Anarcoma, ambos icónicos desde el primer trazo.

    Llegir Més