15 septiembre – 19 septiembre 2021
Barcelona
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Una exposición comisariada por Andrea Rodríguez Novoa
Just Because.
In The Blink Of An Eye.
Como pasa el tiempo.
Como pasan las cosas.
Sin razón, por muchas razones.
Como surge una historia de amor.
Así me gusta pensar en esto, como en una historia de afectos, emocional. Porque todo aquí nace de la intuición, que no deja de ser una forma de amor de lo que está por venir, de lo desconocido.
Querer(se) y punto.
Por avatares del destino, gracias a Joana y Bernat, y Margot, y Sira, un grupo de cuerpos y almas se encuentran sintiendo y reflexionando juntas. Dorian Sari (Turquía, basado en Suiza, 1989) y Rosa Tharrats (Cadaqués, 1983) han (re)modelado en los últimos meses su subjetividad individual para preparar lo que de algún modo es una cita a ciegas en la que yo he sido poco más que una carabina. En este espacio dulce, latente, de exposición se conocen por fin, y de la confianza coral nace un espacio matérico, sensorial, que acoge tanto como rechaza, que no deja indiferente.
Dorian Sari y Rosa Tharrats son seres inquietos, curiosos, que cuestionan constantemente naturaleza y cultura y como ambos afectan a los cuerpos y las mentes y a las relaciones que entre ellas se establecen. A eso también lo mueve la emoción, y las conexiones entre seres de naturaleza múltiple. Y es que amores hay muchos.
Dorian es brillante, generoso, modesto, punzante. Con esas herramientas cuestiona las jerarquías de lo político y lo social, el equilibro entre lo individual y lo colectivo. Esto lo traduce en obras de una estética depurada en blanco y negro, en las que da la palabra a figuras a quienes ésta se le ha negado, y donde las pinceladas de color claman la amargura con calma y firmeza, con un saber estar y una perspicacia que vienen de la experiencia. Rosa vive en los pliegues y en sus destellos, serena y vivaz, a la escucha de un susurro. Explora desde el instinto los patrones y equilibrios que se establecen entre criaturas minerales, vegetales, industriales, nosotros mismos…y teje constelaciones en las que la memoria entra en juego, sagaz, con un halo de nostalgia que sueña en futuro. El tejido le sirve como lenguaje principal y lo desgrana para escribir frases que son sentencias, y lo deshila para reconstruir espacios que arropan sin tregua.
El espacio que comparten lo habita un florilegio de elementos, de personajes, que pareciesen liberarse de un silencio impuesto por el cine mudo en el que viven y que amenaza con instalarse entre nosotros. Con intensidad y candidez, nos regalan notas de color sobre fondo blanco y lo hacen desde la firme ternura que solo da la inteligencia.
En esta manera de encarnar artísticamente la emoción hay algo de diletante, como si no fuese posible amar una sola disciplina y hubiese que beber de todas las fuentes posibles, pero sobre todo en el sentido italiano de dilettante : “el que se deleita”. Dorian y Rosa comparten el hecho de tener – de disfrutar – recorridos ricos, serpenteantes, que transcriben en formas artísticas múltiples con dos lenguajes estéticos diferenciados. Juntos, nos ofrecen un lugar inesperado, una suerte de viaje que levita entre la ternura y la violencia. Ambos se toman el tiempo de afirmar – de esperar – una transformación posible, deseable, necesaria.
Porque ya lo decía Barthes*, donde hay espera, hay amor.
Todo puede cambiar de repente.
*“¿Estoy enamorado?- Sí, porque espero” (pág. 92), en Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes. Siglo veintiuno de España editores.
Andrea Rodríguez Novoa
Con la colaboración de la Swiss Arts Council Pro Helvetia
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