24 junio – 27 agosto 2023
Corça
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Por tercer año consecutivo, estamos encantados de presentar el proyecto colaborativo de las galerías Bombon, Joan Prats y NoguerasBlanchard. De nuevo, las tres galerías se alían, de junio a agosto, para generar una propuesta apartada de las ciudades y de sus galerías de origen. Este año, el proyecto itinera a un nuevo espacio, l’Antiga Farinera, una antigua fábrica de harinas construida en el 1822 en torno a una torre que data del siglo XII.
Situada en Corçà, un pueblo medieval del Baix Empordà, l’Antiga Farinera reunirá este verano en sus 500 metros cuadrados una exposición con artistas de las tres galerías, así como artistas invitados, de diferentes generaciones. La propuesta girará en torno al concepto de movimiento, e irá acompañada de actividades paralelas con artistas y otros agentes culturales a lo largo del periodo estival.
Meridiano Espíritu Fantàstico
Texto de Ángela Segovia
Formas que se levantan y se ponen en camino. Pido perdón porque a continuación, de manera quizás desacostumbrada, hablaré como un yo, una persona y no un texto. No un nombre ni una biografía, sino algo, una entidad personal, íntima, que escribe para vosotros que leéis, que se mueve hacia vosotros. Casi podría decir que en este intercambio nos conocemos desde siempre porque es de hecho el acto del intercambio, de mí hacia ti, lo que hace que estemos aquí, en torno al arte, en torno a este arte. Formas que se levantan y se ponen en camino. Sencillamente. Formas que se levantan o bien que se arrastran o bien que flotan o circulan por tubos y bombillas, formas que estaban y luego no, o que de pronto ¡están!, algo que cae, una sombra. ¿Cómo es posible que se estén moviendo? ¿Y por qué se moverían? ¿Y a dónde se dirigen?
Todavía es pronto para hablar de eso. Todavía estamos al principio. Y, al menos al principio, yo quería ser clara y contar algo. Quería hablar de lo meridiano. Lo meridiano es lo que sucede en el medio. Lo que sucede, por ejemplo, al mediodía. Lo que surca, por ejemplo, el planeta tierra, de polo a polo. Lo meridiano es intermedio y atraviesa y retorna, contiene un ritornello, es decir, vuelve a su lugar, al lugar en el que su trazo se originó, y al momento en que su trazo se originó, es decir, es un anillo [1]. Pero yo, cuando veo un anillo, veo sobre todo una puerta. Y todos los anillos mágicos de todas las historias mágicas que contiene la historia de la literatura sólo pueden convencerme de esta idea, un anillo es una puerta, una entrada, que tal vez sea también, en algún lugar, salida. Se entra, se sale, se surca y se atraviesa, se unen cabos, se crea un espacio por el que circular, y lo que circula, de nuevo, crea un círculo, sólo hablo de una cosa, movere, movere, meridiano movimiento.
Se cuenta que en la Edad Media había un demonio que recorría castillos y monasterios causando la acidia, un humor melancólico, oscuro, un desmoronamiento del ánimo que afectaba a los religiosos. Era la insoportable cercanía de la luz divina lo que los enfermaba, forzándoles a una huida sentimental, sin embargo, posteriormente era esta misma tristitia lo que les devolvía a dios, cerrando un círculo. Se lo llamaba el demonio meridiano, seguramente porque aparecía al mediodía, seguramente también porque este demonio, como todos los entes espirituales, de acuerdo al conocimiento médico, filosófico y poético medieval debía entrar en el cuerpo a través del pneuma.
Formas que se levantan y se ponen en camino, algo las anima, se levantan y circulan, abren un anillo para nosotros, dejemos a un lado por ahora la pregunta por el origen de ese movimiento, por su destino. Su destino, en todo caso, está claro, conmovere, conmovere. Ya que hemos entrado por un meridiano, por un anillo abierto, y rodeados de oscuridad, y que quizás en cierta estrechez nos conducimos por estas palabras mías, volvamos a lo medio, a la edad media. Iluminado por Aristóteles y luego por Platón, la idea del soplo neumático se asentó en el pensamiento medieval para explicar el funcionamiento de los sentidos, de la fantasía, de la imaginación, de la adivinación, de los sueños y de muchas afecciones del cuerpo y del alma. Este espíritu fantástico era el primer vehículo del alma, que la abrazaba en las altas esferas del cielo y luego la acompañaba en su camino hacia la tierra, hacia su cuerpo. El espíritu fantástico era sobretodo una sustancia intermedia, en todo sentido. No se consideraba del todo incorpóreo, pero tampoco corpóreo, una especie de materia sutil que se situaba entre el cuerpo y el alma pura y que hacía de traductor entre ambos, entre lo divino y lo humano.
Formas que se levantan y se ponen en camino. Que se levantan desde sí mismas y se ponen en camino hacia lo que no son ellas y que por virtud de una alquimia que sucede en ti, que lees esto y que ahora caminarás entre las formas, volverán en ritornello hacia sí mismas, hacia la fuente de ese movimiento, para después volver a rodearte. Formas movidas por algo que tal vez no sea más que “espíritu” muy sutilmente encarnado, formas cuyo movimiento enseguida nos va a conmover, a vosotros y a mí, que gracias a estas palabras también estoy en vosotros, con vosotros. Entonces, muy pronto nosotros vamos a ser capaces de reconocer ese movimiento en nuestro interior, o bien, no vamos a ser capaces de distinguirnos enteramente del arte que nos rodea. Vamos a estar ya fuera de nosotros, hacia y en algo desconocido que tal vez sea el destino que esperábamos, un destino cambiante, sutil, meridiano, que nos transporta a través de pequeños espasmos, temblores sucesivos.
Formas que se levantan, que son impulsadas hacia fuera de sí, que circulan por nuestro cuerpo, a través de nuestro “espíritu”, nosotros que nos entregamos a ellas y ellas que vuelven a su corazón vacío, donde no están las respuestas a las preguntas cuyo furor las movilizó. De acuerdo a muchas teorías arcaicas y medievales el centro donde se almacenaban las imágenes que el espíritu fantástico arrastraba consigo, era el corazón. El pneuma viajaba en las arterias mientras que la sangre iba por las venas, o bien, el pneuma viajaba por encima de la sangre como una capa ínfima invisible. Entraba por los ojos y por los oídos. Salía por la voz, o acaso por los ojos si un trance provocaba una visión. Y el corazón, pa pam, se vaciaba y se llenaba, por virtud de eros, se vaciaba para llevar al espíritu hacia lo deseado inalcanzable, se llenaba para traer consigo lo obtenido en su búsqueda, que nunca era lo deseado. Por tanto, se vaciaba de nuevo.
Formas que se trasladan por espacios que son aire o papel o tela, formas en las que nos trasladamos. ¿Habéis visto temblar las hojas de un álamo temblón? Me refiero a esos chopos cuyas hojas son blancas de un lado y del otro oscuras y cuando el viento las mueve oscilan, pa pam, creando una sensación espejeante. Del mismo modo se mueve nuestro corazón. Así pues, creemos ver, sólo para entender que no vemos nada, siendo esta nada lo que de nuevo nos trae alguna visión, casi como un pájaro que pasa. Quiero decir, que no importa mucho saber algo ahora ni tampoco obtener ningún conocimiento después, a la salida. Ciertamente volveremos al mismo vacío. Por este meridiano entramos. Sólo eso. ¿Qué notamos? Ah, movimiento mero, espíritu fantástico, es fácil acoplarse, moverse en ello. Es tan fácil que no hace falta ni pensarlo. Así pues, todas estas palabras que habéis leído
se trizan
se disgregan
se dispersan.
Las olvidáis.
Sois libres para entrar.
[1] Todo esto lo ha contado mejor el poeta Paul Celan en el discurso “El meridiano”, pronunciado con motivo de la concesión del Premio George Büchner.
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