Eva Fàbregas, Rosa Tharrats y Agnes Essonti participan en MANIFESTA 15 en Barcelona

04 mayo – 17 junio 2021

Barcelona

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  • Ludovica Carbotta
  • Inicialmente el yo, desconocedor de sus propios límites, se sitúa en el centro de la realidad, fusionado con el mundo exterior. Así, en las primeras etapas una escultura crece integrando elementos de su entorno, hasta el punto de fusionarse con las herramientas utilizadas para tallarla y los objetos que se encuentran en el taller. En estas primeras fases la escultura no se diferencia del escultor, ¿pero es el artista capaz de apreciar la distinción? Ambos se integran sin que se aprecien netamente sus contornos.

     

    Con el paso del tiempo la arcilla crece, cambia, se seca o se reduce. Su desarrollo se despliega por fases que incorporan encuentros con las esculturas de la ciudad: encuentros físicos o deseados. Las imágenes de los demás se convierten en partes del yo que los refleja como única evidencia tangible que queda de su existencia. Como las neuronas espejo, que se activan cuando hacemos algo pero también cuando observamos que otro lleva a cabo la misma acción; por ejemplo, cuando sonreímos y también al observar que otro sonríe. Su misteriosa función contribuye a la comprensión de las emociones, las intenciones y las acciones de los demás. Resonando internamente con el otro para construir una teoría de la mente, una presunción de lo que piensa o siente el otro: un espejo en el que se basa la empatía.

     

    La proximidad con los demás puede transformar una escultura que se desarrolla y va aprendiendo a lo largo del tiempo. En conversación con el joven matemático Theaetetus, Sócrates explica en el diálogo platónico homónimo: «¿Puede el hombre aprender una cosa tras otra? Supongamos, por razón de argumento, que hay en nuestras almas un bloque de cera, en un caso más grande, en otro más pequeño; en un caso la cera es más pura, en otro más impura y más dura; en algunos casos, más suave; y en algunos, de la calidad adecuada. Digamos, pues, que este es el don de Mnemosyne, diosa titánide de la memoria y madre de las musas. Siempre que deseamos recordar algo que vemos, que escuchamos o que pensamos, ponemos esa cera bajo las percepciones y los pensamientos y dejamos que se impriman allí, al igual que los anillos de sello, y todo lo que queda impreso lo recordamos y conocemos mientras dura su imagen, pero olvidamos y desconocemos lo que se borra o no se puede imprimir».

     

    Los moldes y las reproducciones pueden dar forma a la memoria. La estructura cambia durante el crecimiento y, en función de encuentros y capas de experiencia, comienza a formar los pliegues característicos que definen las diferentes regiones. Sin embargo, la acumulación también se pule y se eliminan las conexiones ineficientes como se podan los árboles: cortando las ramas débiles para favorecer un crecimiento más vigoroso. Los recuerdos inútiles se cortan y quedan a un lado fragmentos que ya no son visibles. Como una vieja gárgola que encuentras una vez y nunca más. Mediante estos mecanismos de poda, el cerebro aumenta su eficiencia y su plasticidad determina tanto lo que aprendemos como lo que se olvida. Sin embargo, todos los intentos de construir sistemas de inteligencia artificial que aprenden mediante la poda, se enfrentan al problema de olvidar lo que habían aprendido antes. En cada etapa de crecimiento, la arcilla cubre las capas anteriores y oculta lo que antes era visible.

     

    Quizás «las cuerdas de títeres, como rizoma o multiplicidad, no están atadas a la supuesta voluntad de un artista o titiritero, sino a una multiplicidad de fibras nerviosas que forman otro títere en otra dimensión conectada con la anterior». Por lo tanto, lo que ya no es visible todavía está presente en la mente del artista y en los bocetos de otras esculturas, así como en una serie de impresiones en la arcilla de momentos del pasado. Sin embargo, su desarrollo no es lineal y el crecimiento se conduce por aproximaciones progresivas a través de la ilusión del tiempo, en el que «incluso la distinción entre presente, pasado y futuro se hace fluctuante, indeterminada». Por lo tanto, diversos momentos de crecimiento conviven y son simultáneamente visibles.

     

    Pero el comportamiento se modifica por la presencia de otros en múltiples maneras. Por ejemplo, los individuos modifican su comportamiento en respuesta a la conciencia de ser observados. Este efecto notable se descubrió durante los experimentos realizados en la planta de Hawthorn Western Electric, en Cicero (Illinois) al comprobar que la fuerza común que impulsaba el cambio en el comportamiento de los trabajadores era el hecho mismo de estar sometidos a pruebas de observación. En la soledad de la caja y temporalmente alejada de la mirada del público, la escultura puede relajar su compostura y adquirir una nueva forma en reposo. Aun así, su lugar natural está bajo los focos y la visita periódica del público. Esa oscilación de la experiencia subjetiva puede generar una tensión entre la exactitud de lo real y la representación. Se trata de un gesto recurrente confiado al azar con consecuencias imprevisibles.

     

    Según las Metamorfosis de Ovidio, el rey chipriota y escultor Pigmalión talló en marfil una escultura femenina y la amó tan profundamente que anhelaba que cobrara alma y vida. Afrodita le concedió ese deseo y Pigmalión se casó con la estatua convertida en mujer. Se desconoce si su hija Pafos fue una figura esculpida o tuvo naturaleza humana. Sin embargo, posiblemente esto no sea lo esencial. Al fin y al cabo, «si los humanos definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias».

     

     

    Texto de Isabel Valli

     

     

    Ludovica Carbotta actualmente vive y trabaja en Barcelona. Su práctica se centra en la exploración física del espacio urbano y en como los individuos establecen conexiones con el entorno en el que habitan. Su trabajo combina instalaciones, textos y performance.  Su trabajo ha sido presentado en la 58th International Art Exhibition, May You Live in Interesting Times, Bienal de Venecia (2019), comisariada por Ralph Rugoff.

     

    Entre sus exposiciones individuales se encuentran: Die Telamonen, Chur, Suiza (2019-2020) Bündner Kunstmuseum, Objecst of Defence Galería Marta Cervera, Madrid (2019-2020); Monowe, Fondazione Sandretto Re Rebaudengo, Torino (2019); smART, Roma (2019); Artissima Present Future, Torino (2018); Marselleria, New York (2018); Galería Marta Cervera, Madrid (2017); ON Public – Monowe, Bologna (2016); A motorway is a very strong wind, Care Of, Milan (2014); Vitrine 270° – Without Walls, Galleria Arte Moderna, Turin (2013); Greater Torino, Sandretto Re Rebaudengo Foundation, Turin (2011).

     

    Su trabajo también se ha mostrado en exposiciones colectivas como: Drawing Center (New York, US), EACC (Castelló de la Plana, E), La Casa Encendida (Madrid, E), Mambo (Bologna, IT), Palazzo Fortuny (Venice, IT) Kunstlerhaus Museum (Graz, AU), MAXXI Museum (Rome, IT), Fondazione Sandretto Re Rebaudengo (Turin, IT), Hangar Bicocca (Milan, IT), Dublin Contemporary (Dublin, IRL), Matadero (Madrid, E), Swiss Institute (Rome, IT), Les Instants Chavirés (Paris, FR).

     

    Ludovica es cofundadora del Progetto Diogene, un Programa Internacional de Residencias en el espacio público y The Institute of Things to Come (El Instituto de las Cosas que Vienen), un centro de investigación sobre escenarios futurológicos. Ludovica recibe el premio Ariane de Rothschild Prize, Milan (2011), el Premio Gallarate (2016), International Fellowship Gasworks, London (2016), y una mención especial al Premio ITALIA, MAXXI Museum, Rome (2016). En 2017 es investigadora asociada en la Jan Van Eyck Academie, de Maastricht, en 2018 recibe el New York Prize, de ISCP/Columbia University.’

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