18.11 INAUGURACIÓN — Cristina Garrido 5 exposiciones
  • Sala d’espera
  • Bernat Daviu
  • 13 febrero – 03 abril 2021

    Barcelona

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  • Bernat Daviu
  • ¿Quién es el último?

     

    Este texto es para entretener. Está escrito para que interrumpas su lectura en cualquier momento. De hecho, si mientras intentas leer estás atento a lo que pasa a tu alrededor, encontrarás interrupciones muy interesantes -una mosca que revolotea, el Porsche de un galerista, una planta de interior o un gato iconoclasta- y ya que estamos en la Sala de espera de Bernat Daviu intentaremos distraernos mientras esperamos nuestro turno. Como todos sabemos, los cuadros no se pueden tocar. En teoría los cuadros existen para ser admirados sin intermediarios, sin interferencias. Los cuadros los puedes reproducir, los puedes hacer más pequeños o más grandes, puedes hacer postales o libretas, puedes utilizarlos para hacer catálogos razonados con reproducciones mínimas en blanco y negro, o puedes observarlos en la pantalla. Puedes fotografiarlos y compartirlos, pero tocarlos no. Nunca. Si los tocas es por accidente, ya que podrías modificarlos y de hecho, los cuadros quieren ser inmutables.

     

    (…) Tal vez en esta sala de espera son ellos que esperan?

     

    Los cuadros son eternos. Y más los cuadros monocromos, como estos que tenemos delante, que dentro de la familia de los cuadros abstractos, son los serios, los elevados. No narrativos, fuera del espacio-tiempo, sintéticos, trascendencia pura. Si empezamos por el principio -la espera promete ser larga, tenemos tiempo- el viejo conocido de Bernat Daviu, Aleksandr Rodchenko, hizo los primeros monocromos no figurativos hace exactamente un siglo -Color Rojo Puro, Color Azul Puro y Color Amarillo Puro, 1921- para demostrar que hacer un cuadro era como hacer cualquier otra cosa, desmitificando el propio acto de pintar. Este se basó en el Cuadrado negro -este sí, suprematista excelso- de Kazimir Malevich de 1915, pero resulta que se ha descubierto que éste se basaba en una broma racista de 1897 de Alphonse Allais -Un rectángulo negro con el siguiente subtítulo : Combat des Negres dans une cave, pendant la nuit -. El grado cero de la pintura, toda una tradición de cuadros serios, eruditos y académicos, basados ​​en un chiste. “Ha ha, what does this represent?” nos preguntaba risueño un señor mientras señalaba un cuadro abstracto en la tira cómica realizada por el pintor de monocromos Ad Reinhardt en 1947. Y contra todo pronóstico el cuadro reaccionaba a lo que pasaba frente a él y contestaba con un enérgico: “What do you represent?” señalándolo.

     

    (…) Esperan, muy quietos, a ser admirados?

     

    De hecho, si miramos los cuadros de Bernat por el lado -en algún lugar leí que precisamente es en este punto donde se juega toda la intención del artista, ya que es el dentro/fuera de campo de la pintura, y además, es lo que nos permite entender que un cuadro tiene volumen, que es un objeto, y que no estamos ante una alucinación en 2D que sólo existe en nuestra cabeza lleno de convenciones- vemos como el color no se termina, continúa detrás del cuadro y ah! misterios insondables, desaparece detrás de la tela. Ante nosotros tenemos un solo color inalterable formado por muchas y visibles capas de pintura. Pero Bernat nos ha explicado que estos cuadros son de sombras. Sombras de que, de quién? Sombras pintadas que hacen referencia a todo lo que puede haber pasado ante el cuadro. Interferencias ocasionales que lo modifican permanentemente. Algo hay entre el cuadro y nosotros, algo especial, un ficus por ejemplo.

     

    (…) El cuadro reacciona ¿?

     

    Yo pensaba que el cuadro era para ir hacia adentro, no hacia afuera. Una ventana que nos ofrece un más allá, un espacio tridimensional o un pozo en el que escarbar. Pero estos cuadros tienen sombras proyectadas en su superficie. Y estas sombras están provocadas por un objeto que no está dentro del cuadro, sino fuera. Son cuadros que reivindican las cosas que pasan frente a él, monocromos-espejo que dicen: “Todo lo que pasa delante de mí me afecta. No estoy solo.” El cuadro nos señala. Y nos habla de cosas que pasan delante -una mosca que revolotea, el Porsche de un galerista, una planta de interior o un gato iconoclasta-. Performativos en tanto que invitan a tener en cuenta el entorno cambiante que hay alrededor en cada momento. Cuadros que han convivido con la mosca (Bernat dice que la misma, cada día a la misma hora), con el gato que quería destruir la pintura o con el Porsche del galerista. Haciendo referencia a los elementos que se han movido y que actualmente se mueven frente a él, se convierten en pinturas mutables, afectan y son afectadas y nos indican que nosotros podemos modificar la obra con nuestra presencia, añadiendo nuevas interrupciones a las que ya hay. Aquí el recuerdo permanente de la interrupción es el contenido del cuadro, ya que como podemos ver la mosca se marchó, el rey ya no está, el gato huyó y sólo quedamos nosotros, aquí, esperando nuestro turno.

     

    Enric Farrés Duran

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