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23 febrero – 27 febrero 2022

Madrid

Para ARCO 2022 presentamos un proyecto de Joana Escoval, Enric Farrés Duran y Bernat Daviu.

 

Un proyecto que se articula alrededor de una instalación que evoca una sala de espera, una invitación a reducir la marcha, a parar, sentarse y observar una selección de obras que, sin espera, serian imperceptibles. Obras que hacen hincapié en los gestos leves, apenas insinuados en el campo de la visión, en el límite de lo visible; elementos aparentemente intrascendentes, imperceptibles o ajenos a la obra de arte pero que precisamente se imponen por su ligereza y definen la practica de estos artistas. Se trata de un homenaje a la perfomatividad de las obras, a su capacidad y sensibilidad para generar discurso sin hacer mucho ruido, como si pareciera que no quieren.

 

Enric Farrés Duran (1983 Palafrugell) es un artista cuyas obras desarrollan historias en las que realidad y ficción se confunden y se mezclan entre si.

 

Su interés recae en explorar los límites de las estructuras que construyen la realidad. Para ARCO hemos seleccionado una serie de trabajos donde lo que no está marca la narrativa de la obra. Farrés utiliza incógnitas como el agujero del marco en donde se vería la firma, el espacio vacío en el centro del paspartú o los ojos miopes de un artista intentando pintar un paisaje como puntos de partida y de compromiso para establecer y desarrollar una relación con el potencial espectador o coleccionista de la obra. Obras que desencadenan situaciones a partir de las cuales se expande el discurso.

 

Este juego con el espectador es también clave en las obras de Bernat Daviu (1985 Fonteta). A Daviu le interesa como los fenómenos que pasan fuera o alrededor de la obra de arte definen, en gran parte, la experiencia de la obra. En el caso de pinturas que se presentan, este hecho es evidente. Son obras generalmente monocromáticas que recogen sombras de elementos imprevistos que suelen acompañar sus (y otros) cuadros. Desde plantas de interior a gatos, moscas o la mano apasionada de un galerista o coleccionista, interfieren y, a la vez, dejan una imagen sobre la superficie impoluta del cuadro. A Daviu le interessa que todos estos elementos cotidianos, como las moscas de su estudio o el gato del coleccionista que en un ataque de rabia decide abalanzarse con sus uñas sobre el cuadro, entren en diálogo con el Monocromo, un hito de la historia de la pintura moderna. A Daviu pertenece la bancada de sillas que se situaran en medio del stand y que proponen al espectador una acción concreta: sentarse, esperar y observar.

 

La influencia de lo externo en el trabajo de Joana Escoval (1982 Lisbon) es también fundamental. Su obra establece una relación muy particular con lo que la rodea presentando especial atención a la naturaleza y a su capacidad para transformarse y mutar. Aspectos que Escoval trata de explorar en sus instalaciones y esculturas que devienen dispositivos cambiantes transmisores de energías. Uno no puede dejar de apreciar cómo todo está a punto de desaparecer o sufrir una transformación continua en sus exposiciones, aunque la percepción de estos fenómenos no sea inmediata ni aparente a corto plazo. Sus obras se perfilan dentro de la polaridad entre materia y energía, oscilando y alejándose de sus límites.

 

La propuesta se presenta como una invitación a parar, esperar, intuir, a desvelar, a lanzar miradas periféricas.

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